Lamentábase un fantasma
que llorando frente a un árbol
todo el suelo humedecía
con lágrimas de su llanto.
El árbol lo comprendía
y ambos se asimilaban
como compases de roca
y neblinas animadas.
Jóven, deje de sollozar!
-Imperaba el viejo árbol-
su amigo palidecía
afirmado de su tronco
llorando se puso ronco
y el aire se estremecía
por lo negro del paisaje
azotaban sus ropajes
los vientos del cabo de hornos
penetraron su alma fría.
Abrazado con el árbol
su esencia se fué secando,
de a poco se fué su llanto
apagado por las olas
que rompían en lo lejano
disparaban cada gota
como lágrimas malditas
de una fiebre que se agota
tras siluetas que iluminan
lo sufrido por lo vano.
octubre 08, 2006
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